sábado, diciembre 27, 2003

La importancia de decir lo bueno

¿Os habéis parado a pensar la cantidad de gente que está triste o algo deprimida? Es cierto que la felicidad es un concepto relativo, y que hay quien no se siente feliz más por no saber apreciar lo que tiene que por carecer de algo importante. Pero, por mi experiencia, creo que hay muchísima gente que se encuentra entre un poquito triste y deprimida porque se siente sola y falta de cariño y de alguien que se interese por ellos y les haga compañía.

Seguro que muchos de los que leéis estas líneas habéis sentido en alguna ocasión esa sensación de soledad y de no tener a nadie a quien acudir y tampoco hay nadie que os llame o se acuerde de vosotros en ese momento. Y quizás, como me ha pasado a mí, alguien, esperado o inesperado, tiene algún detalle: una llamada, un correo, una buena conversación, un abrazo... y esa tristeza que comenzaba a fraguarse cae rendida a esa muestra de afecto o de interés y desaparece (por un tiempo al menos) y es sustituida por un retorno de energía positiva que nos anima a ser generosos y a compartir ese afecto y esa sensación de que no estamos solos en el mundo con aquéllos a quienes queremos o apreciamos de alguna manera :). Y si esas otras personas, al igual que nosotros, se encontraban un poco tristes, quizás también encuentren en nuestra compañía la fuerza para no dejarse arrastrar hacia el centro del bache, y en su salto para salir de él arrastren a su vez a cada vez más gente hacia ese anhelado estado en donde nos sentimos felices :).

Mi experiencia me dice que en realidad no necesitamos mucho para sentirnos alegres, pero de lo que nos hace sentirnos bien, necesitamos al menos un poquito casi cada día. Cuando alguien ya está muy triste o deprimido, entonces sí que puede necesitar bastante más ayuda para salir del bache, y quizás en ese momento, es cuando recibe ese apoyo que necesita con más facilidad. Pero esas ayudas, aunque necesarias, no creo que sean las mejores, pues requieren mucho esfuerzo y sólo ayudan a superar ese bache concreto y si la situación que lo originó no cambia, volverá a repetirse la caída más pronto o más tarde. Caer en esos estados es, además, dañino de por sí: el proceso de entristecerse o deprimirse es algo que también se aprende y se realiza mejor cuanto más se practica y más ideas falsas creadas en previas tristezas están ya disponibles para acelerar el proceso.

Es por ello que pienso que lo realmente beneficioso sería actuar mucho antes de que la tristeza haya crecido y peligre la depresión. A más tardar cuando la tristeza sea apenas una sensación leve e indefinida... :). Y, ¿cómo lograr eso?, pues mi idea es la que da título a esta entrada: "La importancia de decir lo bueno". Si las pequeñas cosas son las que nos ayudan a permanecer alegres, démoselas a los demás :). Si apreciáis a alguien, decídselo, decidle también si os gusta algo que ha hecho o algo que piense u opine, que aunque os parezca poca cosa lo que podáis decir, seguro que será muy apreciado. No dudéis en saludar o charlar con aquellos que consideréis vuestros amigos. No dudéis en transmitir cariño a los que apreciáis, porque cada pequeña cosa contribuye a que haya menos gente triste por sentirse sola, y lo que se siente pero no se expresa de alguna forma, no siempre llega ni se sabe. Podéis aprender, por ejemplo, de Danae, que en su blog se dirige muchas veces a la gente a la que aprecia para expresar sus sentimientos y dejarlos a la vista no sólo de los destinatarios, sino de cualquier otro que pase por su blog :). Ser capaz de hacer eso, a mí, al menos, me impresiona :), pero sin llegar a hacerlo público, también hay tanto que se puede hacer... :)

sábado, diciembre 13, 2003

Curiosidad, alternativas e imaginación

Hace unos días me leí el cuento El Principito de Antoine de Saint Exúpery en un link que mi amiga Isa puso en su blog hace unas semanas. Es un cuento para mí maravilloso en el que un hombre adulto, que narra la historia, se relaciona con un niño (El Principito) venido de un planeta diminuto en algún otro lugar del Universo. En él se critica el cambio de ideas, valores, pérdida de imaginación, etc. cuando las personas se hacen adultas, y el hecho de que dan importancia a cosas que realmente no son tan importantes y dejan de lado aspectos mucho más humanos. Pero no es mi intención detallar aquí el contenido del cuento. Si sois curiosos, seguro que o bien ya lo habréis leído en el link que os doy, o teníais pensado hacerlo más adelante :).

Isa decía en su blog que en el dibujo con que comienza el cuento, ella veía con facilidad el elefante dentro de la serpiente, pero no le resultaba tan sencillo ver el sombrero, que además es, según el cuento, lo único que las personas mayores (adultas) ven en el dibujo. Y resulta un poco frustrante no haber visto lo que todos parece que deben ver al mirar por primera vez el dibujo. Éste es un tema que a mí me apasiona desde hace mucho. Aunque no sabría decir cuándo fue la primera vez que me di cuenta de que muchas veces caminos distintos conducen a una buena solución, sí que recuerdo el momento a partir del cual empecé a pensar más profundamente en ello. Fue en mi segundo o tercer año de instituto, supongo que varios meses después de que descubriera allí el ajedrez y empezara a interesarme en practicarlo. Por aquél entonces, como muchos aficionados recordaréis, vendían una revista llamada Especial OchoxOcho, hermana pequeña (y creo que posteriormente desaparecida) de la revista OchoxOcho, que por suerte costaba solamente 200 pesetas. Se caracterizaba principalmente por contener muchos problemas del tipo "Blancas/Negras juegan y ganan" y de "Mate en n movimientos", agrupados en 5 niveles según su dificultad. Ese día resolví un problema de mate en 4, pero al comprobar si mi solución era la correcta y no se me había escapado nada, me encontré con que ellos daban una única solución que era distinta a la mía. Me sorprendió que no apareciera la mía y me dije que seguro que había algún fallo en mis cálculos que hacía que no fuera válida, así que lo revisé con cuidado, pero no, ambas eran válidas. Y entonces, tal y como Isa con el sombrero, me sentí molesto por no haber visto su solución y porque incluso habiendo visto cómo era me costaba un poco volver a encontrarla. Pero claro, ellos tampoco habían visto la mía, o al menos no la habían considerado en la hoja de soluciones, lo cual me hacía pensar que en su caso era mi solución la que les había pasado desapercibida al tener ya la suya propia. Por tanto, esa "ceguera" no debía ser sólo un problema exclusivamente mío. Pero yo quería ver las 2!, o las 3, o las que hubiera, y no sólo en ajedrez, claro está, sino en general, y consciente o inconscientemente me puse como objetivo tratar de ver siempre que fuera posible cuantos más caminos mejor.

Mis pensamientos en este terreno en los años siguientes creo que fueron los que consiguieron que, ya en la Universidad, al descubrir el libro El pensamiento lateral de Edward de Bono, me sintiera gratamente sorprendido al ver que se planteaba las mismas cosas que yo y que en buena parte coincidía conmigo en sus conclusiones, profundizando más, en su caso, en posibles técnicas para escapar de los caminos principales que tiende a seguir nuestra mente. Es una lectura muy interesante si compartís mi interés por el tema, aunque más que ese libro yo os recomendaría otro más elaborado que escribió posteriormente y que se titula El pensamiento creativo y que podéis encontrar por ejemplo entre los libros de la editorial Paidós (colección Paidós Plural). Si lo encontráis en otra editorial más barato no os olvidéis de decírmelo ;).

Todo esto también se relaciona en buena medida con mi entrada Generalizaciones, pues pienso que esta forma de pensar y la preocupación por estos temas, deben de ser de los mejores antídotos que hay para evitar caer en la trampa de dichas generalizaciones. Y si las generalizaciones me resultan desagradables, esta búsqueda de alternativas, de querer ver más allá de lo evidente, de mirar el mundo con imaginación e ilusión, me resultan, en cambio, características maravillosas. Y aunque a veces podamos llevarnos algunos chascos, creo que es importante no renunciar nunca a ninguna de ellas.

Me gusta la gente llena de curiosidad, que se interesa por muchas cosas, que es flexible, que es imaginativa, que tiene ilusión y cree que hay un poco de magia que nos rodea, que observa el mundo con cariño y con una amplia sonrisa. Me encanta que Isa quiera ver el sombrero y se cuestione por qué no lo ve :). Me ilusiona que Isabel al leer mi relato Saltos en el tiempo diga en su comentario: 'yo espero que continúe... jejeje... "un diminuto ser..." vaya, qué intriga..., ¿un duende? ¿una mariposa? cachisss, venga, continúa... :)', porque en él se percibe la magia, la ilusión, la imaginación que se ha estimulado con la lectura y juguetea con el futuro de un misterioso desenlace. ¡Por eso solo ya vale la pena haberlo escrito! :). Espero que no se decepcione al saber que no es mi intención por ahora continuar ese relato, pero he descubierto que también me atrae la intriga, el suspense, los caminos que llevan a muchos sitios y no se estrechan en un desenlace único... :). Al hombre que narra la historia de El Principito, le encanta la sonrisa de éste, y piensa que la perderá cuando El Principito regrese a su hogar. Pero El Principito le hace un genial regalo: le dice que desde su planeta (desde su estrella) brindará sonrisas al hombre, y al no saber éste cuál es la estrella de El Principito, todas serán especiales, porque al mirar cualquiera de ellas podrá imaginar que el Principito le sonríe desde allí. Yo espero, que al igual que el hombre de El Principito, algunos de los que disfrutasteis con mi relato podáis mirar de vez en cuando el mundo y sonreír pensando que en cualquier lugar puede ocultarse uno de esos diminutos seres luminosos...

lunes, diciembre 08, 2003

Saltos en el tiempo

Pedro estaba sentado en la cuarta fila de la columna central de asientos del aula A. Siempre le habían gustado más las filas pares, pues la inclinación de la clase y su diseño escalonado hacía que los asientos de dichas filas tuvieran un respaldo más alto que las impares, con el que se sentía mucho más cómodo.

A su derecha había 3 asientos libres hasta el pasillo que separaba la columna central de asientos de la columna derecha y, a su izquierda, se hallaba directamente el otro pasillo entre columnas. Por tanto, y aunque había otros alumnos en las filas anteriores y posteriores, se encontraba bastante solo y sin nadie con quien hablar mientras el profesor llenaba la pizarra con las fórmulas de resolución del problema que había dejado planteado el día anterior.

Se aburría. El ejercicio le había resultado fácil de hacer, y la escritura detallada en la pizarra, junto con las aún más detalladas explicaciones para aquellos que aún no lo habían entendido, no le aportaban nada. Miraba la pizarra, luego el cuaderno, de nuevo la pizarra,... Bostezó ligeramente, el profesor escribía "x^2+y=f(z...". Y, de pronto, ya no había nada, el profesor debía haber terminado el ejercicio y había borrado la pizarra y comenzaba a explicar una nueva lección teórica. A Pedro siempre le sorprendía que le pasaran estas cosas, pues era como si, de pronto, se ausentara de la realidad y volviera a incorporarse a ella en un punto situado varios minutos en el futuro, sin tener claro qué había pasado durante ese intervalo, razón por la cual hacía unos años les había puesto el nombre de "saltos en el tiempo". Algunas veces hablaba de ello con sus compañeros y amigos, y todos lo veían como algo normal. Unos le decían que no es posible mantenerse atento siempre, y que hay momentos en que la mente desconecta de todo y descansa un rato, que es normal y no quiere decir nada. Otros añadían que muchas veces lo que ocurre es que un tema muy absorbente inunda nuestro pensamiento y nos entregamos tanto a él que ignoramos la mayoría de lo que llega a nuestros sentidos. El comienzo de esos saltos vendría pues marcado por una de estas razones, y su final se produciría cuando la mente ha descansado, ha terminado de procesar el tema que la acaparó o sucede algo que nos requiere de vuelta de ese estado, como cuando alguien pronuncia nuestro nombre y reclama nuestra atención. Pero Pedro, aunque no podía negarles que fuera así, y veía claro que eran las opciones más plausibles, no terminaba de creer que tras sus saltos en el tiempo no hubiera más que eso. ¿Por qué no podía nunca precisar qué había hecho durante ese tiempo?. ¿Por qué la duración siempre parecía exceder el tiempo necesario para los escasos recuerdos que tenía de ella?. ¿Realmente la mente, si descansaba, ignoraba tanto lo que recibía de los sentidos en esos momentos como para no tener ni idea de cuándo se había ido la persona que se sentaba delante o cuándo había llegado una persona que aparecía de pie a nuestro lado al "despertar"?. Muchos compartían estas mismas sensaciones, pero nadie había sabido contestarle de forma convincente a estas y otras preguntas y tampoco se preocupaban demasiado por ellas, pues lo veían como algo natural a lo que no es necesario darle más vueltas.

La clase terminó poco después y era la última que Pedro tenía ese día, así que se dirigió a la estación a esperar el siguiente autobús que lo llevara de regreso a casa. Por suerte no tuvo que esperar más que unos minutos, aunque el trayecto, como siempre, sería largo, casi una hora de viaje antes de llegar a casa. Se entretuvo pensando que al llegar le esperaba el nuevo libro que había decidido leer y recordó el resumen de la cubierta posterior que tanto le había atraído al descubrirlo en la biblioteca. ¡Qué lástima haberlo olvidado en la mesilla de noche y no poder aprovechar el tiempo del trayecto para darle los primeros bocados a sus páginas!.

¿Qué es...? -pensó Pedro sobresaltado, aunque sin poder concluir la pregunta-. Había vuelto a ocurrir, un nuevo salto en el tiempo que duró hasta pasadas las 2 siguientes paradas de la línea de autobuses. Pero, ¡un momento! -pensó Pedro al retomar la conciencia y recordar lo sucedido minutos antes-, ¿qué demonios ha sido eso?, ¿qué fue esa luz amarilla que venía hacía mí?, ¿cómo es posible que haya perdido la noción del tiempo después de ver algo así?. Y recordó la fugaz y borrosa imagen de un diminuto ser en el centro de esa luz...
(¿Continuará?...)