domingo, enero 25, 2004

Una caja de ideas

Guardo un tesoro escondido en una caja de hierro: son ideas que he tenido y no he llegado a escribir. Algunas yacen en ella por haber sido un inepto y no saberlas decir; otras, en cambio, me duelen si intento hacerlas salir, porque a veces pide mi alma caricias que no recibe para luego producir. Hay días que las palabras, fluyen por inercia, solas, y hasta el papel, línea a línea, lentamente, lo devoran. Esos días va mi pluma corriendo sin descansar, y da vida a las palabras, y las enseña a contar el guión de alguna historia que se recrea al leerla en un soporte mental. Pero, otros días, la pluma, se hace en mi mano pesada, y ante un torrente de ideas, que no es capaz de abarcar, tan solo consigue fuerzas para dejarlas escritas en mi caja de metal.

Hay versos de todo tipo, poemas sin acabar. Hay críticas inspiradas en hechos de sociedad y cuadros que mi mirada forma con la realidad. Hay historias fantasiosas y recuerdos del pasado, y algún niño ensimismado contemplando a un hada azul. Hay textos de todo tipo dedicados al amor, unos poquitos, reales y el resto son desahogos para mi imaginación. Y luego, en cada rincón, hay pensamientos sensibles y cargados de emoción, y brillos difuminados que ya ni sé bien qué son.

También es cierto que, a veces, tengo ideas que no escribo ni en mi caja de metal, historias que lleva el viento a donde el olvido está. Pero pienso que hay ideas que se hacen independientes al instante de nacer, y viajan junto a nosotros esperando otro momento en que puedan regresar. E incluso hay veces que siento que alguna desde mi caja toma un segundo el control y deja en otras historias matices del contenido que aún ella no expresó.

Como dice Carlos Chaouen en una hermosa canción: "Hay estrofas que a veces no escribo y en ellas queda lo mejor".

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