jueves, enero 11, 2007

Derrota por amor

Introducción
Muchos sabemos que cuando te enamoras "la razón se nubla", las piernas flaquean, los nervios se disparan y surge así un enemigo interior que nos puede hacer perderlo todo sin presentar una digna batalla. Sobre esa idea, aplicándola sobre mí, escribo este post.

Post
Las primeras veces que te vi, las primeras palabras, los primeros besos en la mejilla, algunos abrazos, con la naturalidad y la frescura de esa emoción de conocer a alguien que parece que te va a caer muy bien y te llena de optimismo ante las posibilidades.

Las primeras charlas en grupo, las primeras charlas largas, a solas, el chateo, los mails, las ideas compartidas o sugeridas, las ideas en común, las intercambiadas, las debatidas, los vínculos que se van formando poco a poco, el interés creciente, las ganas de compartir cosas, de charlar, de vernos.

¡Qué fáciles y qué bonitas son todas esas cosas!, cuando no hay presiones, no hay miedos, no hay agobios ni sentimientos muy potentes, y todo fluye como si estuviera destinado a salir bien.

Pero luego, el corazón a veces empieza a sentir cosas, empiezan mis ojos a fijarse en tu belleza, en tu sonrisa, en tus labios, en todas las cosas que me gustan de tu caracter, y, poco a poco, esas pequeñas cosas unidas van encontrando su camino hasta mi corazón, y empiezo a saber que te quiero. Pero es un algo impreciso, débil al principio, y el trato sigue siendo más o menos igual, incluso mejor, porque, con el cariño que sigue creciendo, cada momento juntos es un poquito más especial.

Y así pasa el tiempo como si todo fuera igual a partir de ahí, la misma fluidez y naturalidad que al principio. Hasta que, de pronto, en un momento aparentemente sin importancia, un pequeño detalle que ante los ojos de nadie tiene significado, o algún comentario tuyo sobre que te gusta un chico, o sobre que vas a irte lejos, dispara el miedo por perderte, el estómago da dos vueltas de campana, la respiración se acelera, el pulso se dispara, mil pensamientos sobre ti arrasan con cualquier otro pensamiento, y me doy cuenta, así, de bruces, sin estar del todo preparado, de que el quererte un poco se convirtió a escondidas en amor, y ahora he descubierto que estaba ahí, GIGANTE, cuando el pequeño detalle me hizo descubrir todo su peso.

Y ese momento de amor puede ser inoportuno, muy pronto, a destiempo, cuando aún no sería adecuado decirte nada, cuando no es posible que venga un sí. Y es entonces, cuando la batalla está perdida, cuando me convierto en un peón en el campo de batalla de tu vida, y mis pasos son pequeños, mis respuestas lentas, mis reacciones inapropiadas, y cualquier jinete menos herido puede guiar su caballo hacia mí, levantar la lanza, clavarla sin barreras en mi cuerpo, y dejar en la tumba de esperanzas un epitafio de derrota por amor.

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