martes, junio 29, 2004

Pasión creadora

Leer escuchando: David Peña Dorantes - Orobroy

Sentado, tranquilo al principio, trabajo, estudio cualquier cosa o leo. Algo evoca entonces un recuerdo o sedimenta el germen de un pensamiento, de un escenario hipotético, un sueño pide ser escrito. Nace una idea, imprecisa, desdibujada, inquieta, y me desconcentro por momentos de la tarea que realizaba. El nerviosismo se apodera de mí porque hay una serpiente que lucha por vivir, por nacer, por escapar, una fuerza y energía desbocadas que gritan en la prisión de mi cuerpo. Se desliza cada vez más rápido, crece, dibuja imágenes en mi mente, compone un guión apresurado, la sangre corre intentando adelantarse a sí misma y las neuronas, que lanzan sus descargas aceleradas, ven señales de meta por todos lados y les entra el ansia por competir, por disputar cada punto intermedio, cada meta volante, por ser más rápidas que el resto.

Muchas veces no puedes hacer caso, tienes que ignorar el revuelo en tu interior, hay un trabajo por terminar y se te escapa la cuenta atrás, pero apenas puedes postergarlo y la urgencia crece, y se hace tan fuerte como tu resistencia, una luchando por desbordarse, la otra por contenerla, un delicado equilibrio de rayos, truenos y murallas, tensión que se acumula y se acumula, electricidad estática en las puntas de tus dedos, concentración sostenida por alfileres ligeramente doblados. Una parte de mí quiere escapar del resto: "Éste no es mi lugar" - me grita - "quiero ser libre, ¡libertad!, ¡libertad!, quiero escribir, quiero sentir, quiero amar, quiero crear, quiero pasión".

La sensación es a veces tan aplastante, tan intensa, que no puedes siquiera expresarla porque te desborda por los poros y va tan rápido que un texto no puede seguirla, pues la historia corre más deprisa, mucho más deprisa y no hay tiempo, te arrastra en su carro de fuego apasionado en un viaje en el que apenas controlas nada, donde el piloto ha enloquecido y no para de acelerar en cada curva, en cada bifurcación que conlleva una nueva asociación de ideas, un nuevo camino que alarga y completa la trama, corriendo, siempre corriendo, para que la historia no se escape. Sólo luego, cuando todo pasa, si no estás exhausto, puedes coger un vehículo veloz pero más lento, que recorra nuevamente el camino, recogiendo imágenes borrosas, sentimientos, cosiendo saltos hacia adelante y hacia detrás para formar una versión escrita de lo vivido, que aunque parcial y menos intensa, es la única forma de transmitirla entre almas que no saben leerse unas a otras directamente el corazón.

Y en ocasiones, consigues subirte en la cresta de la ola, agarrarte a los bigotes del viento, con tu corazón latiendo al ritmo de la inspiración, mientras las manos trasladan al papel la sucesión de imágenes e ideas sin permitirse vacilar, sin querer quedarse atrás, y en tus ojos se dibuja la silueta de un dragón blanco y la pasión alcanza su máximo apogeo a medida que el papel se llena y la energía se desborda a pasos agigantados porque una vez que fluye no puede ser contenida y arrollará cualquier intento de detenerla hasta que haya sido liberado su último átomo aprisionado. Cuando el ímpetu de la ola al fin se detiene y empieza su repliegue, sobreviene la calma y el silencio, y el único testigo es el papel que lleva impreso un nuevo orgasmo de sentimientos y palabras.
(A veces el resultado es bueno sin más retoques. Sólo a veces...)

miércoles, junio 23, 2004

Operaciones no matemáticas

Dentro de unas horas, en una superaceleración inusual de los trámites de esperas y requetesperas de la sanidad de este país... me someto a una pequeña operación en cuyos truculentos pormenores no voy a entrar jeje ;). Pero supuestamente mañana mismo o pasado me mandan para casa y luego una semanita o dos de recuperación... Esperemos (al menos yo, por la cuenta que me trae... xD) que todo vaya bien, ya os diré cuando pueda volver a escribir por aquí... De momento simplemente decir que al menos no estoy nervioso ni preocupado :). Hasta pronto... :)

domingo, junio 06, 2004

Conjuro

Es curioso a veces cómo dedicas mucho tiempo y la mejor de las voluntades a alguien, y luego descubres que no ha servido de nada porque ese alguien que creías que era tu amigo resulta que no sentía ningún aprecio por ti. Pero hasta el punto en que esto sucede no te das cuenta de nada, o te parecía normal y justificabas de cualquier forma que nunca se le viera un detalle, nunca un favor o un interés en aquello que a ti te importaba por más que ese amigo siempre pudiera contar contigo cada vez que necesitaba algo o tenía algún problema. Aunque, siendo sinceros, no es del todo cierto que no notaras esas cosas, porque cuando ya pasa algo muy evidente y te das cuenta de cómo es la realidad, ves que una parte dentro de ti siempre lo ha sabido, pero quizás quería estar ciega, quizás prefería no ver a admitir el fracaso, a asumir que aportar todo lo bueno que hay en ti no sirvió de nada ni merecía nada a cambio. Y eso si tienes suerte y ese "amigo" (al que no le importas nada y por tanto tiene pocos remordimientos de conciencia) no se siente ofendido cuando dejas de estar a su servicio, y en su interpretación particular de lo que es justo decide fastidiarte la vida en la medida de sus posibilidades, como si no hubieras tenido ya bastante y le debieras algo, como si fuera él el perjudicado o el que había sido traicionado y tuviera que resarcirse con la correspondiente venganza.

Pero al fin y al cabo la culpa es tuya, que quizás por soledad o por un mal momento te agarras a la primera sonrisa del calor de un clavo ardiendo y evidentemente te quemas, porque ese clavo nunca quiso enfriarse para dejarte cogerlo o estar a su lado. O también hay clavos, que aunque no queman, prefieren clavarse en otras clases de madera, y hay que saber verlo y aceptarlo. Por tanto, la solución debe estar en dejar de ser tan inocente y excesivamente bueno, y no ignorar la intuición y la vista de lo evidente, para lo cual lanzo un posible conjunto de intenciones expresadas en la lengua de los magos:

Invoco al aire frío del norte para despejar mi mente y arrastrar la nebulosa de los encantos de humo. Te pido a ti, tormenta de invierno, que con tus truenos me evidencies los mensajes que se ocultan en los silencios más expresivos, y que con la luz de tus rayos obligues a mis ojos a ver cuando se empeñan en mostrarse ciegos. Llamo al ímpetu del mar, al poder irresistible de su voluntad para infundirme el valor de no dejarme ser utilizado y de buscar, entre los miles de mares y puertos, aquellos destinos en que sí que hay alguien que se alegra de verme llegar, y de leer con una sonrisa las 4 ideas básicas que ondean en una bandera hecha con retales del alma.

Y es que los choques se asimilan y de ellos se aprende (yo en éste ya lo he hecho), y el mundo es muy grande, y por muy raro que seas, por muy difícil que lo creas, en el mar hay destinos para todos los buques, y para llegar sólo hace falta atreverse a navegar, o ése es ahora mi propósito.