domingo, junio 06, 2004

Conjuro

Es curioso a veces cómo dedicas mucho tiempo y la mejor de las voluntades a alguien, y luego descubres que no ha servido de nada porque ese alguien que creías que era tu amigo resulta que no sentía ningún aprecio por ti. Pero hasta el punto en que esto sucede no te das cuenta de nada, o te parecía normal y justificabas de cualquier forma que nunca se le viera un detalle, nunca un favor o un interés en aquello que a ti te importaba por más que ese amigo siempre pudiera contar contigo cada vez que necesitaba algo o tenía algún problema. Aunque, siendo sinceros, no es del todo cierto que no notaras esas cosas, porque cuando ya pasa algo muy evidente y te das cuenta de cómo es la realidad, ves que una parte dentro de ti siempre lo ha sabido, pero quizás quería estar ciega, quizás prefería no ver a admitir el fracaso, a asumir que aportar todo lo bueno que hay en ti no sirvió de nada ni merecía nada a cambio. Y eso si tienes suerte y ese "amigo" (al que no le importas nada y por tanto tiene pocos remordimientos de conciencia) no se siente ofendido cuando dejas de estar a su servicio, y en su interpretación particular de lo que es justo decide fastidiarte la vida en la medida de sus posibilidades, como si no hubieras tenido ya bastante y le debieras algo, como si fuera él el perjudicado o el que había sido traicionado y tuviera que resarcirse con la correspondiente venganza.

Pero al fin y al cabo la culpa es tuya, que quizás por soledad o por un mal momento te agarras a la primera sonrisa del calor de un clavo ardiendo y evidentemente te quemas, porque ese clavo nunca quiso enfriarse para dejarte cogerlo o estar a su lado. O también hay clavos, que aunque no queman, prefieren clavarse en otras clases de madera, y hay que saber verlo y aceptarlo. Por tanto, la solución debe estar en dejar de ser tan inocente y excesivamente bueno, y no ignorar la intuición y la vista de lo evidente, para lo cual lanzo un posible conjunto de intenciones expresadas en la lengua de los magos:

Invoco al aire frío del norte para despejar mi mente y arrastrar la nebulosa de los encantos de humo. Te pido a ti, tormenta de invierno, que con tus truenos me evidencies los mensajes que se ocultan en los silencios más expresivos, y que con la luz de tus rayos obligues a mis ojos a ver cuando se empeñan en mostrarse ciegos. Llamo al ímpetu del mar, al poder irresistible de su voluntad para infundirme el valor de no dejarme ser utilizado y de buscar, entre los miles de mares y puertos, aquellos destinos en que sí que hay alguien que se alegra de verme llegar, y de leer con una sonrisa las 4 ideas básicas que ondean en una bandera hecha con retales del alma.

Y es que los choques se asimilan y de ellos se aprende (yo en éste ya lo he hecho), y el mundo es muy grande, y por muy raro que seas, por muy difícil que lo creas, en el mar hay destinos para todos los buques, y para llegar sólo hace falta atreverse a navegar, o ése es ahora mi propósito.

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