lunes, diciembre 08, 2003

Saltos en el tiempo

Pedro estaba sentado en la cuarta fila de la columna central de asientos del aula A. Siempre le habían gustado más las filas pares, pues la inclinación de la clase y su diseño escalonado hacía que los asientos de dichas filas tuvieran un respaldo más alto que las impares, con el que se sentía mucho más cómodo.

A su derecha había 3 asientos libres hasta el pasillo que separaba la columna central de asientos de la columna derecha y, a su izquierda, se hallaba directamente el otro pasillo entre columnas. Por tanto, y aunque había otros alumnos en las filas anteriores y posteriores, se encontraba bastante solo y sin nadie con quien hablar mientras el profesor llenaba la pizarra con las fórmulas de resolución del problema que había dejado planteado el día anterior.

Se aburría. El ejercicio le había resultado fácil de hacer, y la escritura detallada en la pizarra, junto con las aún más detalladas explicaciones para aquellos que aún no lo habían entendido, no le aportaban nada. Miraba la pizarra, luego el cuaderno, de nuevo la pizarra,... Bostezó ligeramente, el profesor escribía "x^2+y=f(z...". Y, de pronto, ya no había nada, el profesor debía haber terminado el ejercicio y había borrado la pizarra y comenzaba a explicar una nueva lección teórica. A Pedro siempre le sorprendía que le pasaran estas cosas, pues era como si, de pronto, se ausentara de la realidad y volviera a incorporarse a ella en un punto situado varios minutos en el futuro, sin tener claro qué había pasado durante ese intervalo, razón por la cual hacía unos años les había puesto el nombre de "saltos en el tiempo". Algunas veces hablaba de ello con sus compañeros y amigos, y todos lo veían como algo normal. Unos le decían que no es posible mantenerse atento siempre, y que hay momentos en que la mente desconecta de todo y descansa un rato, que es normal y no quiere decir nada. Otros añadían que muchas veces lo que ocurre es que un tema muy absorbente inunda nuestro pensamiento y nos entregamos tanto a él que ignoramos la mayoría de lo que llega a nuestros sentidos. El comienzo de esos saltos vendría pues marcado por una de estas razones, y su final se produciría cuando la mente ha descansado, ha terminado de procesar el tema que la acaparó o sucede algo que nos requiere de vuelta de ese estado, como cuando alguien pronuncia nuestro nombre y reclama nuestra atención. Pero Pedro, aunque no podía negarles que fuera así, y veía claro que eran las opciones más plausibles, no terminaba de creer que tras sus saltos en el tiempo no hubiera más que eso. ¿Por qué no podía nunca precisar qué había hecho durante ese tiempo?. ¿Por qué la duración siempre parecía exceder el tiempo necesario para los escasos recuerdos que tenía de ella?. ¿Realmente la mente, si descansaba, ignoraba tanto lo que recibía de los sentidos en esos momentos como para no tener ni idea de cuándo se había ido la persona que se sentaba delante o cuándo había llegado una persona que aparecía de pie a nuestro lado al "despertar"?. Muchos compartían estas mismas sensaciones, pero nadie había sabido contestarle de forma convincente a estas y otras preguntas y tampoco se preocupaban demasiado por ellas, pues lo veían como algo natural a lo que no es necesario darle más vueltas.

La clase terminó poco después y era la última que Pedro tenía ese día, así que se dirigió a la estación a esperar el siguiente autobús que lo llevara de regreso a casa. Por suerte no tuvo que esperar más que unos minutos, aunque el trayecto, como siempre, sería largo, casi una hora de viaje antes de llegar a casa. Se entretuvo pensando que al llegar le esperaba el nuevo libro que había decidido leer y recordó el resumen de la cubierta posterior que tanto le había atraído al descubrirlo en la biblioteca. ¡Qué lástima haberlo olvidado en la mesilla de noche y no poder aprovechar el tiempo del trayecto para darle los primeros bocados a sus páginas!.

¿Qué es...? -pensó Pedro sobresaltado, aunque sin poder concluir la pregunta-. Había vuelto a ocurrir, un nuevo salto en el tiempo que duró hasta pasadas las 2 siguientes paradas de la línea de autobuses. Pero, ¡un momento! -pensó Pedro al retomar la conciencia y recordar lo sucedido minutos antes-, ¿qué demonios ha sido eso?, ¿qué fue esa luz amarilla que venía hacía mí?, ¿cómo es posible que haya perdido la noción del tiempo después de ver algo así?. Y recordó la fugaz y borrosa imagen de un diminuto ser en el centro de esa luz...
(¿Continuará?...)

0 comentarios: