domingo, marzo 21, 2004

Melancolía

Sentado frente a su mesa, le agobiaba la indiferencia del ordenador en que realizaba su trabajo, y la perspectiva de permanecer varias horas más dedicado a la misma rutina laboral de siempre era algo que a su mente, con el peso de cada nuevo segundo, le resultaba difícil soportar. Apenas logró controlar la situación otro par de minutos, y luego, con la ansiedad ya desbordada, apartó sus manos del teclado, y sin querer levantarse, se ayudó de un ligero impulso contra la mesa para hacer rodar su silla hasta la ventana situada en la parte derecha de su despacho.

Apoyó sus brazos sobre la mesa que acaparaba la mayor parte de la pared bajo la ventana y giró la pequeña rueda que ponía en marcha el hilo músical. Cerró los ojos, apoyando su cabeza sobre una mano y se refugió en la voz de Amaia Montero, que cantaba "Puede ser" junto a "El canto del loco". Al acabar la canción, volvió a apagar el aparato, sin ganas de saber cuál sería la siguiente canción que le tenía preparada, pero pensó que al menos ese aparato, al contrario que el impasible ordenador, sí entendía sus sentimientos, y quizás había elegido esa canción para demostrarle su empatía. Sonrió un poco al notar este pensamiento, pues le decía que la parte positiva de su mente no estaba del todo ausente pese a hallarse atrapado por esa pegajosa tristeza que poco a poco iba extendiéndose desde su cuerpo y llenando toda la habitación.

Abrió los ojos y miró por la ventana. El día estaba despejado, y apenas algunas nubes competían en el cielo en una lenta carrera hacia al norte, un pájaro saltaba de un lado a otro en las enredaderas que cubrían la pared exterior del edificio vecino y abajo, en la calle, inaudibles a través de la ventana cerrada, pasaban algunas personas y coches. Volvió entonces su mirada de vuelta a las nubes, como atraído por la porción de su entorno que más se ajustaba al pausado ritmo interno de la tristeza. Centraba su atención en algún fragmento de nube de forma un poco especial y lo observaba en su recorrido, atravesando primero el cristal derecho de la ventana para luego desaparecer un momento tras la barra de aluminio que separaba ambos cristales y finalmente deslizarse por todo el cristal izquierdo hasta desaparecer más allá de su campo de visión. Entonces regresaba su vista al cristal derecho, seleccionaba un nuevo fragmento de nube, y repetía el mismo proceso de seguimiento, una y otra vez.

Se distrajo un momento por el sonido de alguien acercándose a la puerta de su despacho que finalmente pasó de largo, y dirigió entonces su mirada más allá de las nubes, a las montañas que se elevaban un poco más allá, salpicadas por apenas un par de casas dispersas. Y así, con su mirada fija en el gigante estático, evocó imágenes borrosas y pensamientos no expresados con palabras sobre su colección de ideas pendientes y sobre aquella que no escuchaba su voz.

0 comentarios: