miércoles, noviembre 26, 2003

Amo a los tristes

Amo a los tristes, a los que habéis sufrido por culpa de otros o de la soledad, a aquéllos a quienes os ha traicionado un amor por el que estabais dándolo todo y a quienes depositasteis vuestra confianza en un amigo que usó lo que le contabais en vuestra contra o para haceros daño. Os amo porque vuestra empatía es grande, porque el dolor que habéis sufrido os ha enseñado el daño que puede ser causado, y esa enseñanza habita allí donde el olvido nunca llega: en el centro de vuestra propia alma.

No os sintáis desgraciados por haber vivido esas experiencias y ese dolor, porque os ha enseñado el poder de los sentimientos y a tener en cuenta los de los demás, a ver la necesidad de ser generosos aportando vuestro granito de arena para que todo el mundo tenga sus momentos de felicidad y no se deje arrastrar por la depresión ni el odio o la venganza. Quien no entiende la tristeza ni el dolor, quien se ríe o ignora el mal ajeno y sólo piensa en sí mismo, quizás piense que todo le va bien y que su vida es redonda, pero, ¿cuán completa puede ser una persona con un corazón que no late?, ¿cuán viva en realidad está?.

Yo veo en tus ojos tristes el sentimiento condensado, todo un flujo de amor latente aún por recibir y por expresar, que se alimenta del vacío que se oculta en tu pecho, porque hay un hueco en tu alma y hay una lágrima en él... No dejes que ese hueco crezca sin control y te devore, pero mantenlo siempre presente en un pequeño tamaño, porque ese hueco te hace grande, te libra de la ceguera de no ver más allá de ti mismo y es un cartel en la puerta con un "Pase sin llamar" para la felicidad.

Te amo a ti, por ejemplo, que no quieres a nadie nuevo en tu vida, que no quieres mi amistad porque la amistad ya no la ves buena y segura sino cruel y peligrosa, pues te han hecho daño y la temes. No entiendes por qué quiero tu amistad, ni por qué te ofrezco la mía tan pronto y tan "a ciegas", ni cómo puede ser sincera y fuerte. No cierres tus ojos, mírala, es sincera, es fuerte, jamás te haría daño conscientemente, lo intuyes, no hay nada más que el miedo que te diga que no va a ser así... Y si no es la mía, que sea otra, pero no cierres las puertas nunca. A veces pienso, incluso, en amarte con locura, abrazarte, llenar ese hueco que empieza a crecer demasiado con cariño, con amor, con sexo y pasión, hasta que rebose, hasta que no duela tanto y puedas recobrar la confianza en la gente de nuevo, pues tu corazón es hermoso, y amo esa lágrima en él... Pero sé que esa no es la salida, que no debo entregarme así sólo por aplacar tu dolor, aunque te quiera, no es bueno para ti ni para mí. Volver a abrirte a la amistad y al amor no puede ser de esa forma, no puede crearte una dependencia de mí ni de nadie que si pierdes luego te hunda. Has de aprender a ser feliz con lo que vaya llegando, con lo que tengas y hasta sin ello, para que, aunque luego pierdas algo, nunca te hundas y puedas seguir siendo feliz con las alegrías que siempre llegan.

No permitas que la desconfianza se adueñe de ti, no dejes tus sentimientos encerrados por el temor a sus efectos y a la magnitud de su fuerza. No te dejes llevar por la depresión, conserva siempre la esperanza, y, si la has perdido, lucha por recuperarla ayudada por viejas o nuevas personas. Dalo todo siempre que puedas, aunque a veces tengas que arrepentirte de haberlo hecho, porque al final, de un modo u otro, de un origen u otro, siempre lo dado regresa. Entabla relaciones sin ser egoísta, sin exigir demasiado, y tu vacío se irá llenando con toda esa gente que ve que hay una perla en tu alma y habita el amor en ella.

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